FAITH NO MORE. REY POR UN DÍA.
Si hay una banda que me marcó desde la adolescencia cuando somos una esponja musical, esa fue Faith No More. De ellos fue mi primer concierto –en agosto de 1991- y gracias a su indescriptible sonido, encontré la música que aunaba todos mis gustos –e incluso iba mucho más allá-, en esa época repartidos entre el hard rock, el thrash, el reggae, el viejo hip hop y la electronica mas pop.
Con los años mi admiración por estos cinco freaks no hizo más que crecer. Me convertí en coleccionista de toda edición oficial y pirata que anduviese suelta por ahí y en 1997 viajé a USA a verlos.
Es fácil imaginar que la noticia de su regreso –y el posterior anuncio de gira latinoamericana- este año, fue sublime para mí.
Apenas anunciadas las fechas, tomé la decisión: me voy con mi pequeña familia a verlos a Chile. Allí habían programado un concierto de estadio como cabezas de cartel, lo que se convertiría en el más grande de la historia de FNM. Tuve suerte, ya que debido a las excelentes ventas de ese show se agregó otra función “para fans” en un pequeño teatro. Doble alegría para mí y para Santiago, única ciudad del mundo donde en este tour tocaron dos veces.
Luego de pasear por la bonita capital trasandina, llegó la hora del show. La espera dentro del teatro tenía un clima espiritual. Éramos muchos los que estábamos por cumplir algo más que un sueño; apuesto a que la mayoría ni siquiera habíamos soñado con algo así.
Sobre las 21.30 comienza la locura. Impecables, los californianos, abren el festín con la tétrica intro de “Scarface” para dar paso al tsunami sónico de “Collision”. Se me salía el corazón. Inexplicable fue la sensación cuando comenzó a sonar la emblemática “The real thing”. El show –donde sonaron “Caralho Voador”, “Ricochet” y “Be aggressive” entre el clásico set- fue una sucesión de fuertes latidos, piel de gallina de pies a cabeza y satisfacción extrema por disfrutar nuevamente en vivo de ese todo sonoro tan grande.
Al día siguiente el nivel de sorpresa disminuyó pero no el de emoción. El estadio Bicentenario estaba colmado. La banda, en su estado de gracia natural, brilló ayudada por un coro de 25.000 personas absolutamente poseídas por lo que pasaba en el escenario. Esta vez las rarezas fueron “RV”, “Cuckoo for caca” y “Pristina”.
Con la revolución sensorial que generaron esas increíbles noches, encaramos la vuelta a Buenos Aires.
Ya en el aeropuerto de Santiago, mi flamante remera de FNM comprada en el primer show, generaba comentarios: “Hey, ¿has visto pasar al Mike Patton?” comenta una simpática señora (sí, una señora, de unos 50 años. Es increíble hasta donde llega la popularidad de la banda en Chile). “Dicen que por ahí andan los Faith no more”, decía un guardia de seguridad. Yo, escéptico en principio, comenzaba a estar curioso. Faith No More tocarían al día siguiente en Buenos Aires, con lo cual era posible que allí estén y, aunque sonase muy loco, también era posible que coincidiéramos en el avión.
Pues así llegamos a la puerta que correspondía a nuestro vuelo y… si, si. Allí estaban. Cinco de las personas que moldearon mi “cabeza musical” esperando el mismo vuelo que yo, mi chica y mi chiquito. Fotos de rigor, comentarios relajados, cordialidad absoluta, gracias con mi niño… todo esto en media hora felizmente surrealista.
Al llegar a Buenos Aires, coincidimos en la cinta donde se retiran los equipajes. Aprovechando la espera en común, le comento a Mike Bordin (batería) que soy periodista musical y que me gustaría hacerle una nota post tour. El, gentilmente y con cierta incomodidad responde que tienen un acuerdo de banda por el cual no dan notas y, aunque no da por zanjado el tema, me dice que de cualquier modo podía “hacer algo por mí”: “Elige un tema para mañana”, sugirió. La iluminación se apoderó de mi y le pedí “A small victory”; un tema increíble que bien refleja el abanico sonoro de la banda, quizá su single más castigado, tocado en vivo solo un puñado de veces en la corta gira de 1993.
Al otro día en el Club Ciudad de Buenos Aires, donde acudí junto a 18 amigos del alma con quienes crecimos juntos con FNM como soundtrack, la banda volvió a sonar celestial y “A small victory” volvió a sonar en vivo. Yo pensaba: “Esa es la mejor fiesta en la que jamás estuve”, como dice la letra del himno “King for a day”.